martes, 12 de octubre de 2010

Vuelve a tener alma

Vuelve a ser un equipo con alma. Este podría ser un buen titular para explicar el por qué del brillante inicio de campaña que está realizando el Real Betis. Qué gran diferencia hay entre este Betis y aquel de la temporada pasada que se dedicó a vagar por esos campos de Dios durante la gran parte de la primera vuelta. Después de varios años, el equipo vuelve a transmitir buenas sensaciones a la grada. Y eso lo ha conseguido con las ganas y el espíritu de lucha, elementos, ambos, que deben ser inherentes a cualquier tipo de deporte. Y es que el equipo verdiblanco por fin parece haber abandonado aquella indolencia, que lo ha hecho caer a los sótanos del fútbol, para ser un equipo con hambre que no da un partido por perdido.

Sin duda alguna, Pepe Mel es el principal artífice de la metamorfosis que está sufriendo el Betis en esta temporada. El técnico madrileño es una persona clara y con carácter, algo que ha cambiado la mentalidad y la forma de competir del equipo de las trece barras. Por fin, el conjunto verdiblanco tiene un entrenador que no permite que nadie se acomode, algo que, sin duda alguna, se nota en el juego y en los resultados que hasta ahora ha obteniendo el equipo. A Mel también se le debe el haber realizado una profunda reestructuración del vestuario, algo que ya era necesario y que se pedía a voces desde todos los estamentos del beticismo. Estaba claro que el Betis se tenía que deshacer de una serie de jugadores que o bien no estaban implicados en la causa, caso de Sergio García o de Mehmet Aurelio, o bien su ciclo en el Betis se había agotado, caso de Melli o Rivas. Con una planificación bastante aceptable se ha conseguido sustituir a estos jugadores de nombre por otros más acordes a la categoría, pero que muestran una gran ambición, lo que ha mejorado en muchos enteros el rendimiento del equipo.

Pero el principal éxito del equipo heliopolitano en este inicio de campaña está en la cantera. Desde que empezara la temporada han debutado ya seis jugadores del filial. Todos han demostrado que están preparados e incluso algunos se han convertido en fijos en las convocatorias. Y es que es inexplicable como se pudo desaprovechar la temporada pasada a jugadores como Beñat, Ezquiel o Israel, quienes tienen la calidad suficiente para competir en Segunda, o incluso en Primera División. Es de agradecer la valentía de Mel al haber contado con estos jugadores desde su llegada, porque aquí es verdaderamente donde está el futuro del Betis.

Pese a la descomposición institucional que está viviendo el club de La Palmera en este principio de campaña, hay que decir que en lo deportivo lleva una línea brillante, y que a menos que se relaje parece que todo apunta a que este año sí se conseguirá el objetivo. Aunque habrá que esperar a noviembre, fecha en la que está prevista que por fin llegue la anhelada estabilidad en la gestión del club. Si eso se produce, el Betis este año puede ser imparable.

domingo, 3 de octubre de 2010

Bajo el paraguas del entrenador

Con todo lo que ha llovido en el Sevilla en este principio de temporada, el único que al final se ha mojado ha sido Antonio Álvarez, cuya destitución era como la crónica de una muerte anunciada. El ya ex entrenador sevillista quedó condenado con la sorprendente eliminación en la previa de la Champions ante el discreto Sporting de Braga. El consejo de administración sólo esperaba un tropiezo para, cual Reina de Corazones, cortar su cabeza. Cosa que sucedió tras las derrota ante el recién ascendido Hércules. Es cierto que el equipo de Nervión ha empezado de una manera irregular y no dando buenas sensaciones. Pero cabe preguntarse si el único responsable de esta situación es el entrenador.

Antonio Álvarez quizás no sea el mejor que ha tenido el Sevilla en los últimos años, pero su destitución a simple vista parece precipitada, a pesar de los fracasos cosechados por el equipo de Nervión en Europa. El de Marchena ha sido destituido habiendo perdido un sólo partido en Liga y dejando al equipo entre los cinco primeros clasificados. Lo que no es lógico es que se le renovase el pasado 30 de julio cuando el tiempo ha demostrado que realmente no era la primera opción que manejaba la secretaria técnica para ocupar el banquillo sevillista. La figura de Álvarez ha servido de paraguas para que parte de la directiva no haya salido mojada del chaparrón que ha asolado al Sevilla en el inicio de la campaña. Apuntando al entrenador se tapan los errores que ha cometido la zona noble del conjunto nervionense. Y es que, como ya apuntaba El Duende Crítico en un artículo anterior, la planificación realizada provoca muchísimas dudas y no parece estar a la altura de los objetivos que se ha marcado la entidad. Y, sobre todo, no parece ser la más adecuada para unos socios que son los que más pagan por su abono en el fútbol español. No se puede consentir que de cinco jugadores que han llegado, dos sean cedidos, ni tampoco que se pongan parches de última hora por la marcha de algún jugador. Aunque aún es pronto, de momento se ha demostrado que lo fichajes no han venido a mejorar lo que había, ni a solucionar las carencias que tenía el equipo desde temporadas anteriores.

Llama la atención que el sustituto de Álvarez sea Gregorio Manzano, quien entraba en todas las quinielas para dirigir al Sevilla desde el final de la temporada pasada. Parece que la decisión estaba más que pensada desde hace tiempo. De momento, el técnico jiennense ha comenzado con buen pie enlazando dos victorias consecutivas. Aunque en el juego se ha visto poca o ninguna variación. También hay que tener en cuenta que este entrenador sólo ha conseguido triunfar en equipos de perfil medio y bajo, y que fracasó con estrepito en el Atlético de Madrid, que de momento es su única experiencia en un equipo de los llamado grandes. Habrá que esperar que la presión no le pueda y que sepa manejar un vestuario con varios jugadores estrellas.

Manzano es la última esperanza de las altas esferas del Sevilla para enderezar una temporada que se ha torcido desde el principio. Si, por mala suerte, el de Bailén no lo consiguiese quedaría claro que el problema no está en el banquillo, con lo que los aficionados empezarían a volver sus ojos al palco.