domingo, 7 de junio de 2009

Condenado


La semana pasada se consumó el décimo descenso del Betis a Segunda División. El segundo de la era Lopera. Por cuarto año consecutivo llegaba al final de la competición jugándose la permanencia, pero esta vez el equipo verdiblanco falló. Y eso que lo tenía todo a su favor. Pero no fue capaz de pasar del empate con el Valladolid en Heliópolis cuando dependía de él mismo. Pero lógicamente, el partido contra el equipo pucelano no es lo que ha condenado al Betis, sino la paupérrima temporada que han realizado los verdiblancos, marcada por la irregularidad.

El descenso supone una verdadera tragedia deportiva, pero sobre todo económica. El equipo heliopolitano perderá alrededor de 2o millones de euros en su contrato televisivo y deberá mal vender a jugadores que cuentan con una ficha muy alta. Además, hay que unir a esto la descomposición institucional en la que se encuentra el club y la gestión arcaica que lleva Lopera. En definitiva, un cocktail explosivo que amenaza con llevar a esta institución centenaria a una situación parecida a la que vivió en 1992. Claramente, la inestabilidad institucional que vive el Betis es la principal causa del desastre deportivo durante cuatro años consecutivos. Por ello, Lopera debería plantearse ya la venta real del club para que haya un cambio en la dinámica negativa que vive la entidad. Aunque, también es cierto que con el descenso el Betis ya no es apetecible para los posibles compradores.

La poca implicación y desgana de algunos futbolistas ha sido otras de las claves para que el equipo heliopolitano de con sus huesos en segunda división. Al principio de temporada había bastante ilusión con los jugadores que se habían fichado y con el juego que desplegaban. Pero el rendimiento de estos fue bajando con las jornadas hasta llegar a ser un equipo sin alma y bastante vulnerable que no era capaz ni de ganar a un Athletic de Bilbao plagado de suplentes y canteranos. Ahora muchos se acordarán de los puntos dejados escapar de manera incomprensible por la indolencia del equipo en los partidos contra el Mallorca, el Numancia o el Getafe. Aunque hay un momento clave que fractura la unión del vestuario como es el enfrentamiento de Paco Chaparro con Xisco, que a la larga le costaría al trianero la destitución. En cuanto a Nogués, el sustituto de Chaparro, se ha demostrado que la Primera División le venía demasiado grande y que la secretaría técnica debió haber optado por un entrenador con experiencia y con más capacidad de manejar el vestuario. Aunque ciertamente, el catalán es el que menos culpa tiene de todo lo ocurrido.

La afición es la que no ha fallado en estos años calamitosos, pero como siempre es la que más perjudicada ha salido. Pero esta vez, el beticismo no está dispuesto a callar y alzará la voz en distintas partes del mundo para pedir un cambio. Un movimiento de este tipo se debería haber producido antes, aunque aún no es demasiado tarde. Lo que está claro que los béticos no se volverán a dejar engañar por el cambio lampedusiano que ya ha iniciado Lopera.


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